Sabina le gana a la mala suerte
Joaquín Sabina tenía una deuda pendiente con el WiZink Center. La ciudad madrileña vio su aparatoso accidente durante un concierto junto a su amigo Serrat que le obligó a retirarse de los escenarios durante un tiempo. Tras tres años, el pasado martes 23 y jueves 25 de mayo dio dos conciertos en el mismo recinto, pero con un satisfactorio desenlace, dentro de su gira Contra todo pronóstico. Su llegada no pudo ser de otra manera que entre aplausos y con todo el público en pie. «Por fin, carajo», soltó después de cantar Cuando era más joven, tema que abrió la noche.
Sabina deleitó con sus canciones entre un taburete y una silla de madera, con algunos tramos en pie. También con su guitarra y la voz de un hombre que pone todas sus energías, y más, para hacer lo que ama. Recordó a mucha gente, viva y fallecida, amigos y familia. «Esta canción [Por el bulevar de los sueños rotos] se la dedico a una amiga que también se la llevó la muerte», contó, «en este caso tuve la suerte de cantársela en vida; esto no es para llorar su muerte, sino celebrar su vida».
Pero hubo un momento, pasado el ecuador del concierto, en el que vimos a Sabina realmente feliz. La sonrisa no le cabía en la cara mientras cantaba 19 días y 500 noches. Por unos minutos, volvió a tener esa energía con la que se subió por primera vez a un escenario. Pocas veces se ven tantos vítores y aplausos de un WiZink en pie, pero el artista se lo merecía. Una valiente vuelta que formará parte de la historia del andaluz. «Ha sido un enorme placer», dijo antes de despedirse con Pastillas para no soñar, «hasta siempre, hasta pasado mañana».