Los artistas: primeros trazos
Ximena Romo y Maxi Iglesias en 'Los artistas: primeros trazos' / Prime Video
Televisión

‘Los artistas: primeros trazos’ o la evasión insuficiente

Sin lugar a dudas, María Dueñas acertó sobremanera cuando decidió hacer caso omiso a la supuesta alta literatura —el adjetivo correcto es esnob— y ofrecer su pluma a los gustos e intereses de un público más amplio. Si se quiere vivir de escribir en estos tiempos, darle la espalda a los datos es una necedad o un lujo para quien lleva ya años consolidado y, si algo me demostró aquel año muerto entre el grado y el máster con el club de lectura del pueblo como único espaldarazo social, es que las denominadas señoras son el sector poblacional que está salvando la industria literaria. Con ello, ahora presenta la serie Los artistas: primeros trazos, que ya está disponible en Prime Video.

El tiempo entre costuras fue un éxito tremendo porque es un libro muy lúcido y mejor escrito que muchas erudiciones a la violeta de Anagrama. Dueñas sabía a qué sensibilidades apelaba y, además, lo hizo con una técnica wordpress sin fisuras: a base de frases sencillas, descripciones precisas, diálogos ágiles y sin regodearse en subordinadas que resten fluidez a la lectura. Una novela de desengaño amoroso, espionaje y glamour protagonizado por una ingenua modista que aprende a ser fuerte en un marco histórico guerracivilero evadido en el Marruecos exótico del Protectorado Español. Desde luego, la peña de Planeta no nació ayer. Añádele una portada de colores suaves y la figura de una mujer elegante, de aspecto tan nostálgico como el título y, tachán, tenemos un merecido superventas a juego en la mesilla de noche con las lúbricas sombras de un tal Grey del que ojalá aprenda algo mi marido.

Así es Los artistas: primeros trazos

Espero que no se confunda mi ironía con una reducción al absurdo. Admiro estas habilidades comerciales que en todo arte, en cuanto que técnica, ha de existir. Además, en general disfruté leyendo la primera novela de María Dueñas. La novela amplió mis conocimientos sobre el periodo histórico en el que transcurre y me ilustró de forma amena sobre los procesos y la terminología relativos a la sastrería. Del mismo modo, he aprendido mucho del gremio de las bellas artes y del fascinante mundo de la falsificación de su último proyecto, Los Artistas: primeros trazos. Aún así, esta vez su creación ha pasado por mí con más pena que gloria.

Que conste que no puedo decir que no me haya entretenido. Si se consigue resistir al catastrófico episodio piloto en el que la autora nos introduce en su trama de manera torpe y plagada de lugares comunes, la serie acaba por conseguir, capítulo tras capítulo y con cierta voluntad extra por parte del espectador en suspender la incredulidad, la suficiente solidez como para generar interés por la historia de una millennial mexicana que, harta de trabajar de camarera tras doctorarse en Historia del Arte, se alía con un atractivo estafador de familia otrora pudiente en su búsqueda de acaudalados incautos a los que estafar con la vent de Van Goghs y Murillos marca Hacendado.

Los detalles profesionales sobre el mercadeo del arte, unidos a la innegable habilidad de Dueñas y su equipo por incluirlos con soltura y comicidad en arcos imposibles de engaños y enredos, dotan de cierta seducción, salvando las notables diferencias, a lo Ocean’s Eleven a su relato.

El reparto de Los artistas: primeros trazos

Quizá el elemento de mayor disonancia resida en la construcción mediocre del dúo protagonista, unida a una actuación irregular por parte de Ximena Romo y Maxi Iglesias, más preocupados por su posado que por dar pinceladas de color a una interpretación sin profundidad de campo. Aún con el rostro exasperante y perpetuamente constreñido en un sobresfuerzo propio de novatos por mantener clara la dicción, el tándem de guapérrimos llega a inspirar cierta simpatía en los momentos más cómicos y románticos sin que ello consiga evitar su difuminación en el lienzo del elenco en contraste con el buen hacer de veteranos como Natalia Verbeke o Francesc Garrido. Destaca este último en el papel del inspector que intenta dar caza a la pareja de estafadores, pintado entre claroscuros con mayor esmero y cuidado por parte de Dueñas y compañía.

Con todo, la acogida de Los Artistas: primeros trazos está siendo cálida. Tal vez se deba a su ligereza y su estética atresmediana, esto es, gente guapa en un ambiente fashion y vestida con sumo gusto. Además, la serie alimenta la fantasía popular española de enriquecimiento rápido mediante la picaresca, aderezada con una justificación moral basada en un eat the rich un tanto naif.

Insisto en que no tengo nada en contra del puro entretenimiento evasivo, pero el problema es que aquí hay cierta pretensión de tocar alguno temas sociales que merecen más respeto, profundización o, si se quiere mantener el tono liviano, al menos sutileza. La precariedad laboral en la que se ve sumida la población joven de nuestro país, de sueños profesionales rotos, ambiciones personales siempre interrumpidas y tachada de sobrecualificada por una economía cada vez más basada en el sector servicios, si ha de retratarse, necesita de algo más que cuatro líneas de diálogo de reivindicación barata, justificaciones pandémicas de brocha gorda y demás boberías. Cuando estos asuntos se tratan como una mera excusa contextual o de apelación a un público objetivo, la evasión se torna insuficiente y adquiere un tono de insufrible banalidad.

Manu Collado
Graduado en Filosofía por la UMU. Magíster por la USAL. Escribo para diferentes medios sobre cine, literatura, cómics y videojuegos, labor que compagino con mi faceta de profesor así como con la de dramaturgo y director de teatro. Humanismo y amor fati.

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