Candela Peña
Candela Peña durante la entrevista en el 23 Festival de Málaga
Entrevistas

Candela Peña: «El talento no entiende de género»

Interrumpió la entrevista dos veces, una de ellas para abrazarse a su representante. «Lo que sufrimos este hombre y yo para mantenernos delgados», bromeó tras la proyección inaugural de La boda de Rosa del pasado Festival de Málaga. Seis meses después, Candela Peña está nominada a los Premios Goya y a los Premios Feroz, aunque para ella las estatuillas no son lo más importante.

Pregunta: ¿Cuáles fueron tus sensaciones tras leer por primera vez el guion de La boda de Rosa?

Respuesta: Pensé que Icíar Bollaín había vuelto. Soy espectadora de todas sus películas y llevaba como tres guiones que firmaba Paul Laverty y que ella había hecho suyos al dirigirlos, pero no era la Icíar de Te doy mis ojos. Y en cuanto a mi personaje, Rosa, pensé que iba a ser muy difícil de construir porque es como Sancho Panza, una eterna escudera para cada miembro de su familia, pero que no destaca, que permanece siempre invisible. Tuve que construir a una borrada.

En la película encarnas a una mujer que quiere casarse consigo misma. ¿Crees que aquí estamos preparados para asumir este concepto?

¿Acaso soy yo Aramís Fuster? ¿Qué sabré yo de la sociedad española? No soy socióloga. Lo que creo es que hemos rodado una película muy luminosa y positiva, lo cual, en estos tiempos de pandemia, es absolutamente necesario. Películas así son las que pueden arrastrar gente al cine y eso es lo importante. Si de algo sirvió el confinamiento fue para demostrar lo mucho que los profesionales del cine y la televisión os hemos acompañado. La gente ha consumido mucho producto audiovisual y ahora nos tienen que echar un capote acudiendo a las salas a ver fantasías que te alegran la vida como La boda de Rosa. Ale, te he contestado lo que he querido. (Risas).

Candela Peña

Candela Peña en el 23 Festival de Málaga / Deivi Ruiz

¿Con qué te quedas entonces de Rosa para aplicar en tu propia vida?

Recuerdo que le dije a Icíar que yo no podría interpretar a Rosa sin antes tomar las riendas de mi vida, porque quería ser leal al personaje. Fue algo difícil pero lo hice, me he puesto a los mandos de mí misma y ahí sigo. Este personaje es otro paso más en mi carrera, en mi objetivo dirigido a convertirme en esa actriz sensacional que siempre soñé y que todavía no soy.

¿Huele a premio gordo esta interpretación?

Los premios habrían de ser siempre hacer llegar la película al máximo público posible. Yo empecé mi carrera con 18 años y ahora tengo 45. Soy como la Playa de la Concha: sé que a veces la marea está más arriba y otras que está más abajo. Si ahora estoy en un momento golosón para la gente, debe ser por Hierro o por La Resistencia, pero nada más. Lo que pasa es que lo que hago cunde mucho y es lo que les digo a los productores para convencerlos de que me sigan dando papeles. Pero bueno, sé lo que es estar delante, detrás y en el medio. Sé lo que es deberle dinero a mi madre que es jubilada y no tiene más que su pensión y, al mismo tiempo, sé lo que es regalarle un viaje.

¿Qué opinión te merece la labor de nuestros mandatarios a la hora de gestionar la situación de vulnerabilidad que existe actualmente en el mundo de la cultura?

Al principio pensaba que quién coño iba a ser capaz de tomar las riendas de esta situación cuando nadie está preparado, pero ahora creo que deberíamos fijarnos en lo que los ocho o diez países que están liderados por mujeres de izquierdas están haciendo. Nuestro ministro de cultura no sé dónde está y debería tomar ejemplo. La pandemia pasará y lo que quedarán serán los libros, la música y las películas que se han hecho en estos momentos aciagos. Quizá no seamos la fuente de ingresos más importante, pero somos igualmente valiosos y merecemos ser ayudados. Solo el 8 % de los actores podemos dedicarnos exclusivamente a nuestro trabajo.

Incluso dentro de ese bajo porcentaje hay que destacar las dificultades por las que pasan actrices consagradas una vez superan cierto rango de edad a la hora de conseguir papeles.

La mayoría de veces nos narran hombres. Normalmente ellos escriben, dirigen y producen. Es importante que nosotras obtengamos cada vez más espacio para contar otras historias. La boda de Rosa, afortunadamente, la producen dos mujeres y cuenta con otra perspectiva. Deberíamos también detenernos menos en discursos y teorizaciones sobre el feminismo y superar las guerras intestinas. Hay que decir también que ser mujer tampoco es garantía de nada, como tampoco lo es ser un hombre. El talento no entiende de género. Lo que quiero es que se cuenten historias increíbles y que a las mujeres a partir de los cuarenta no nos dibujen siempre enfadadas, enfermas o con cara de culo, porque a esa edad estamos maravillosas. La serie que estoy realizando, con ocho capítulos salidos de mi puño y letra durante el confinamiento, Puerto y camino, está protagonizada por mujeres de más de treinta y cinco años y es moderna, comprometida y fresca. Sin embargo, hay series actuales protagonizadas por veinteañeras que me parecen viejunas, en las que el mayor conflicto del personaje es que no llega al orgasmo.

Para terminar, ¿con qué mensaje te gustaría que se quedara el público que vea La boda de Rosa?

Mira, yo soy la hija de los dueños del bar que está pegado al cine de mi pueblo. Cuando molestaba en el negocio, mi madre me decía: «Dile al señor Ramón, al acomodador, que te deje pasar». En mi casa no había televisión por falta de medios. Entonces, mi imaginario se creó en ese cine. Si participo en este arte de contar historias es porque creo que obras como La boda de Rosa tienen el potencial de que un espectador la vea y salga de la sala con ideas y reflexiones nuevas y valiosas, como me pasaba a mí. Y, en este caso, con ganas de apretar el botón nuclear y ponerse primero, de hacerse responsable máximo de su vida sin echar balones fuera.

Manu Collado
Graduado en Filosofía por la UMU. Magíster por la USAL. Escribo para diferentes medios sobre cine, literatura, cómics y videojuegos, labor que compagino con mi faceta de profesor así como con la de dramaturgo y director de teatro. Humanismo y amor fati.

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