‘Citas Barcelona’ o el descanso del pretencioso
Citas Barcelona se estrena en el cortijo amazónico español en una apuesta por la plataforma por plasmar el mundo de los encuentros concertados por esa alcahueta de nuestros días llamada Tinder. Intérpretes como Iván Massagué, Carolina Yuste, Miguel Ángel Muñoz, Berta Castañé o Carmen Machi, entre muchos otros -incluido un breve cameo de Dulceida que indica que hizo bien en dedicarse a la moda y no a la actuación-, dan vida a dos parejas por episodio de talante muy diverso en situaciones en las que se apuesta por un amable enredo en lugar de por la chabacanería habitual a la hora de tratar un fenómeno ya normalizado como son las citas concertadas por Internet.
Se agradece que no haya ni un solo ápice de pretenciosidad. Su creador, Paul Freixas, recoge el modelo que popularizó en Cites en TV3 hace unos años, a su vez inspirado en la serie británica Dates, para volver a ofrecernos un producto ameno que busca cartografiar las relaciones 2.0. No hay sesgo moralizante alguno sobre el mercadeo de la carne, tan solo pequeñas historias en las que muchas veces lo más importante es el bagaje emocional previo a la cita de los personajes, es decir, lo que el encuentro nos revela de ellos y no el encuentro en sí.
Estos singulares retratos se dibujan con buen pulso gracias a un guion muy teatral que le evidencia la importancia de un diálogo ágil en este tipo de narraciones. La coralidad en el reparto, del que hay que destacar su frescura y naturalidad interpretativa, encarna con ardil la constelación de arquetipos que los veteranos de las apps de citas deben encontrarse, desde el típico casanova hasta jóvenes en busca de un analgésico para soportar su primera ruptura, pasando por corazones maltrechos tras el debacle de un largo noviazgo o amas de casa enviudadas que quieren pasárselo bien y sentirse deseadas.
En definitiva, Citas Barcelona se acerca al buen gusto de series sutiles y centradas en los afectos como Easy (Joe Swanberg, 2016), en lugar de recrearse en exageraciones sórdidas o, en el otro extremo, de caer en el empalagosa dulcificación de un manual de romcom. La serie de Freixas transita con soltura los lugares comunes de la comedia dramática y con precaución los momentos claves para profundizar en algún que otro debate social espinoso de candente actualidad. Insisto, he aquí una elegante ausencia de pedantería artística. Y no veas qué descanso.