Júlia de Paz: «No hago cine de mujeres, sino cine y punto»
De nuevo, comienza una jornada de entrevistas en la terraza del Málaga Palacio. Mientras mis compañeros preparan todo para entrevistar a la que puede ser la revelación actoral del 24º Festival de Málaga, Tamara Casellas, veo a su directora, Júlia de Paz Solvas, respondiendo a los compañeros de la tele pública nacional y siento envidia. Deberíamos hacer lo propio. No habíamos previsto que nos impactara tanto su Ama, una película sensible y combativa que pone en tela de juicio que maternidad sea sinónimo de santidad.
Hablo con Ana y Deivi y, tras un breve debate, coincidimos en que debemos proponérsela aunque no la hayamos organizado. Júlia de Paz acepta sin problemas. Hablamos off the record de okupación y militancia antifa. No puedo sino dar gracias al dios que fuere por mi instinto inconquistable.
Pregunta: En rueda de prensa has incidido en el hecho de utilizar tu cine como herramienta reivindicativa.
Respuesta: Sí, es una vía para poner en primer plano temas que me preocupan, situaciones que me parecen injustas. Tengo el privilegio de convivir con mujeres muy potentes que llevan su lucha a la esfera política, a las manifestaciones a partir de su integración en grupos feministas, etc. Mi manera de colaborar es a través del cine, ya que tengo la suerte de poder contar con este lenguaje.
¿Lo podrías llegar a concebir como expresión de otra parte de ti que no tenga que ver con el compromiso social?
De momento, no. Lo que me motiva como cineasta es contar historias sobre hechos que me producen rabia o preocupación. Estoy bastante enganchada a esto ahora mismo, a este devenir, a esta necesidad.
¿Es una manera también de llegar, mediante el proceso de creación, a cierta catarsis?
Totalmente. Como parto de experiencias personales, me lo tomo como una vía de sanación. Intento también que las personas del equipo conecten con esto y que les sirva de cura.
Sin embargo, has creado un relato con momentos de mucha dureza, con una carga emocional muy intensa. ¿Dónde queda ahí la catarsis? ¿Conseguiste la distancia necesaria para asumirlos con frialdad tras el objetivo?
Soy muy emocional y vivo intensamente el rodaje. Me pongo en la piel constantemente de la actriz y no le exijo nada que no sea capaz de exigirme a mí misma, porque si no le estaría faltando al respeto. Además, así soy capaz de fijar unos límites.
¿Qué espacio han tenido los actores para tomarse sus propias licencias en la creación de los personajes?
Han participado en todo momento del proceso creativo. No le podía pedir a Tami -Tamara Casalles- que llegara a una emoción si ella no era capaz de hacerlo, ni tampoco que se enfrentara a una escena sin haberme asegurado que comprendía qué estaba haciendo. Por eso era importantísimo que el elenco participase en la toma de decisiones aportando sus propias ideas.
¿Qué porcentaje había de improvisación en el acting y qué estaba marcado en el guion?
El guion era un manual de instrucciones de por dónde tenía que viajar Pepa, la protagonista de la película, a nivel narrativo para crear el mensaje que estábamos buscando. Pero yo no le marcaba a Tami cómo lo tenía que vivir. Simplemente le marcaba objetivos o jugaba con la información que otros personajes no tenían. Depende de la escena, iba trabajando diferentes factores sin llegar a marcar demasiado.
¿Qué está pasando en la ESCAC? Parece como si se hubiera formado de manera espontánea una suerte «escuela de Barcelona» de la que autoras jóvenes formáis parte y entre las que parecéis tener una sinergia especial, una sensibilidad que os diferencia.
A ver, lo bueno que tiene la ESCAC es que no paras de rodar. Durante los cuatro o cinco años que pasé allí, entraba a las nueve de la mañana y salía a la misma hora por la noche. Y los fines de semana a rodar. Se acaba creando una familia de la que aprendes mucho. En Ama han participado muchos compañeros y compañeras de mi promoción. En cuanto a la sensibilidad, no sé decirte, porque no se nos enseña a seguir dogmáticamente ningún estándar… Pero sí, puede que compartamos cierto estilo a la hora de contar historias, cierta motivación a la hora de narrar.
En la anterior edición del festival, Icíar Bollaín comentó en una entrevista que estaba harta de ese absurdo que es el «cine de mujeres». ¿Temes que empiecen a llamarte a ciclos y conferencias por el hecho de ser mujer y creadora, por cumplir con una cuota y no por ser, simplemente, cineasta?
Es un concepto que aborrezco, la verdad. Yo no hago «cine de mujeres», hago cine y punto. Aparte del hecho de que el género es una construcción social y cultural, como dice Judith Butler. Entonces, al utilizar este tipo de categorías ya estás inculcando una normatividad. Y luego que se da por hecho que soy una mujer cis… ¿Y si no lo soy? Nadie se ha parado nunca a preguntarme esto.
¿Es evitable este tipo de categorizaciones? ¿Se llegará a su superación?
No lo sé… Quizá es como la introducción del lenguaje neutro. Se va haciendo poco a poco y aunque pongas de tu parte, cuesta. Tiene que llegar un punto en estas cuestiones en el que haya una paridad total, en el que el género no sea algo a destacar.